Querido amigo:
¿Me permites llamarte así? Siento una predisposición amistosa hacia ti porque hoy, tú, me has hecho el último test Covid de este año y, según mi certificado verde, no necesitaré hacerme ninguna más en los próximos nueve meses. Y eso no es todo, si el Covid-19 desaparece de nuestras vidas en ese lapso de tiempo, entonces me habrás hecho el último test de antígenos de mi vida.
Fue en el aeropuerto de Bolonia a las 8.50 de una agradable mañana de verano. Tú probablemente no tengas un recuerdo tan preciso porque había una cola infinita y yo fui tu prueba número diecinueve del día. No te preocupes salí negativa. También le hiciste una a mi esposo (él, tu número veinte, también negativo). Pero no nos adelantemos. Vayamos atrás unos minutos.
Estaba en la fila y, como nosotros sí llevábamos cita, casi no tuvimos que esperar antes de ser llamados adentro de la carpa que tienen montada afuera del primer piso del aeropuerto. Es una carpa inflable y desde fuera se escucha todo ¿lo sabías? Seguro que sí, pero son ustedes tan amables que dudo mucho que les importe que su conversación esté expuesta al escrutinio de oídos malintencionados.
Como te decía, después de una breve espera, entramos a la carpa y confirmamos los datos personales. Yo me había equivocado y en la solicitud online había puesto que nací en Zaragoza. El encargado de recepción tuvo que corregir los datos y en lugar de tratarme como a una terrorista con una agenda secreta que me obliga a mentir sobre mi identidad (en lugar de una burra que a saber cómo se equivocó con su lugar de nacimiento) me dijo, riendo, “es que si me das los datos incorrectos…”
Después pasamos a la parte de atrás. Ahí estabas tú con tu otro colega quien me hizo firmar la hoja de privacidad y me indicó que pasara contigo.
—Vamos a tomar la muestra solo de un orificio ¿tiene algún lado que prefiera? —me dijiste achinando tus ojitos azules pizpiretos.
—El lado derecho, es que tengo el tabique desviado y el conducto nasal izquierdo está muy cerrado. Me lo debería de arreglar, supongo —respondí.
Podría haber dicho “el derecho” y basta. Pero nunca desaprovecho la oportunidad de decirlo todo. No por nada tengo un blog personal donde destripo mis vivencias más mundanas. Oversharing le llaman los gringos.
Jiji, dijiste a continuación. ¿Fue porque te hizo gracia mi verborrea? ¿O pensaste “ríete y que se vaya rápido”? Si fue así, no se te notó. Otra razón para darte las gracias.
Entonces sacaste el cotonete ese tan largo, de los cuales ya han pasado como veinte por mi nariz en el último año, y tomaste la muestra; un poco demasiado adentro para mi gusto, pero quién soy yo para criticar las técnicas de muestreo clínico. Al terminar, me indicaste que saliera de la carpa y que esperara quince minutos para darme el resultado impreso y en inglés.
Llevábamos tiempo de sobra y nos dio tiempo perfecto para esperar el certificado, pasar por seguridad y subir al avión.
Te disgustará saber que nadie me ha pedido el certificado todavía. Te escribo esta carta desde el avión que nos está llevando a Santander para festejar nuestro aniversario de bodas número trece. Al volver ya no necesitaré PCR (me la pidan o no) porque viajaré con mi certificado verde. Fíjate lo que son las cosas. Nos hemos cruzado en esta breve existencia que llamamos vida por meras matemáticas. Mi esposo tenía un certificado verde válido que caducó ayer y el mío entra en vigor en cinco días, porque me vacunaron con la última dosis hace diez. Días más, días menos, no hubieras podido ser el último vehículo de contacto entre el cotonete de la muerte y yo. Pero el destino estuvo de tu parte y ahora número diecinueve y número veinte te agradecen por haber hecho posible que hiciéramos este viaje de aniversario.
Aunque pueda suceder que los contradictorios controles sanitarios no nos permitan darle utilidad a nuestro certificado y hayamos gastado ochenta euros en vano. Aún así, gracias, espero no volver a verte nunca más.
Comparte este post
Bonita carta. A pesar de su amabilidad, yo también espero que no tengas que volver a ver al chico de ojos pizpiretos que te invade la fosa nasal derecha hasta el cerebelo, si eso es posible. Felices 13 años de casados, by the way. De una overshareadora a otra. Con mucho love.
Me encanta, jajajaja. Feliz aniversario!!