Crónicas de un coronavirus adquirido

Feb 7, 2021 | Blog, Crónicas | 1 Comentario

Dicen que la vida está llena de ironías, casualidades y perversas coincidencias.

Hace casi exactamente un año empezaba unas crónicas de lo que acabó convirtiéndose en una pandemia mundial de funestas consecuencias para demasiadas personas. Personalmente, sufrí una pérdida que me agarró de sorpresa y me dolió mucho, pero pensé que eso iba a ser todo.

Al fin de cuentas, la vacuna está a la vuelta de la esquina, según dicen, y yo esta semana había conseguido registrar a mis papás en México, gracias a la ayuda de La María Rebeca y a que mi papá es bastante hábil con las computadoras (un gran aplauso para este hombre de 80 años que no se deja amedrentar por un teclado).

Entonces ¿ya está, no? Ya la libramos, como decimos en México.

Pues no. Evidentemente no, porque estamos hablando de mí y desde que tengo uso de razón, siempre me pasa de todo. Historias rocambolescas que ya les iré contando algún día. Por supuesto que no nos íbamos a salvar.
Pero vamos por partes, en el formato que mejor se me da para que me sirva de consuelo, de distracción y de terapia en lo que prometen ser dos semanas (mínimo) de bastante tensión. Empezamos:

Viernes 5 de Febrero

3 pm Llega un correo de la escuela. ¿Ahora qué quieren? Ya mandaron la comunicación sobre el carnaval y las evaluaciones ¿qué puede ser? Abro el correo y se me cae el alma al suelo (creo que ahí sigue, tirada en el piso de la cocina haciendo drama).

Toda la clase ha sido mandada a hacer cuarentena obligatoria porque hubo un contacto estrecho con alguien que ha dado positivo. Haciendo cuentas, estuvieron en contacto con el contacto por el que nos contactan (jeje) el día 29 de enero. ¿Y apenas nos enteramos? ¿Qué, qué? “Es que si la persona que ha dado positivo obtuvo su resultado apenas hoy, los de la AUSL no son adivinos”. Pues sí, maldita sea pero aquí ya hubo un festín de contagio mientras tanto.

3:30 pm Voy por el niño y mando mensaje a una mamá que iba a recoger a Silvia para advertirle lo que está pasando. Me viene bien que la recoja porque así no estoy 20 minutos en la entrada del patio escolar junto con tantas otras familias esperando a que salga la niña, pero es mi deber ciudadano indicarle que Javi está en cuarentena. A la mamá le da lo mismo, dice que no importa, además ellas ya lo tuvieron y mientras estén juntas van a usar mascarillas. So be it, then. Agarro a mi niño junto con todas sus cosas y me desaparezco. Algunos papás me preguntan por qué me voy como si me hubiera robado la caja chica de la escuela y, guardando mi prudente distancia, les explico que Javi ha sido puesto en cuarentena y tiene programada su prueba el sábado. “Esperemos que sea negativo, verás que sí”, me contestan. Qué buena onda son en esta escuela.

6 pm Según las últimas indicaciones que me llegaron al correo de parte de la Sanidad Pública, tenemos que mantener a Javirus aislado, comiendo aparte, sin tocarlo y por supuesto sin besarlo, apachurrarlo, hacerle pedorretas ni darle mimicos. Les agradezco las indicaciones pero a ese niño no se le puede controlar.

Si fuera un cantante de Reggaeton su último éxito se llamaría “Tú a mí no me dominah!”, así que se hace lo que se puede.

Además ya hemos hecho la prueba otras veces y siempre ha dado negativo. Es el protocolo y hay que cumplirlo, pero estamos tranquilos.

Sábado 6 de Febrero

9 am Desayunamos, nos vestimos y Miesposo se lleva al pequeño a hacerse la prueba. Pobrecito mío. Le van a meter un bastoncillo por la nariz hasta la garganta y lo va a pasar fatal. Como ya me ha tocado alguna vez, no quiero volver a verlo sufrir y por eso le ha tocado la labor a Miesposo.

10 am Regresan. Javi, llorando. Miesposo, en completo control de sus emociones.
—Ha ido bien —me comenta— ahora tienen bastoncillos para niños.
—¿Entonces por qué llora?
—Porque quiere mi móvil y le dije que no.
Ah, la juventud. No les basta con traernos una sospecha de virus a la casa, también quieren adueñarse de nuestros dispositivos móviles.

3 pm Mi esposo dice que se siente un poco mal. Ha tenido mucho estrés en el trabajo y hace tiempo que no toma vacaciones por lo que asumimos que está somatizando. El niño está bien, la niña está bien, yo estoy bien. Jugamos toda la tarde aunque seguimos muy encerraditos a la espera del resultado que, suponemos, llegará al día siguiente o el lunes.

9 pm Miesposo está muy cansado y se va a la cama. Le tomo la temperatura y no tiene fiebre. Meto a la cama a los niños que ahora, qué tiernos, les ha dado por dormir en la misma habitación. No tengo sueño y para no molestar a nadie me pongo a leer. De repente, me llega un correo y lo leo en el teléfono. El resultado del niño está listo para ser descargado en la página del Fascicolo Sanitario. Ansiedad. Angustia. Misterio. Me meto presurosa a mirar, casi ensayando mi cara de “ven se los dije, es negativo”, cuando veo que dice “Risultato Rilevato”. Rilevato? WTF? Hago una simple búsqueda en internet y le voy a decir a mi alma que mejor ni se levante, que se quede en el suelo. El niño ha dado positivo. Javirus es más Javirus que nunca. Y los síntomas que presenta mi esposo son de Covid casi seguro.

10 pm. Saco a la niña de la cama y la mando a su cuarto. Abro ventanas de la casa y pongo la calefacción a tope. Me lavo las manos. La niña está nerviosa. Llora. Le lavo las manos y le explico que no pasa nada, que no nos vamos a enfermar y que a papá se le van a pasar pronto los síntomas. Por alguna extraña razón siento que es verdad, que a mí no me va a dar. Estoy casi convencida, como si pudiera ver el futuro, que me pasaré dos semanas abriendo y cerrando ventanas, limpiando, cocinando, midiendo oxígenos, sin enfermarme. Por si las dudas, me vuelvo a lavar las manos.

12 pm No puedo dormir y me pongo a escribir en el blog para matar el tiempo. Me siento inquieta y frustrada. Nos habíamos cuidado todo lo que pudimos, evitamos al máximo ver gente fuera del entorno escolar, usamos siempre mascarilla. Pero hemos llevado al niño a la escuela. Ahora me parece tan evidente que eso iba a acabar mal que no dejo de darme de latigazos (mentales) en la espalda. Gracias al cielo tengo un super grupo de Whatsapp de gente increíble que siempre está de guardia y me intentan consolar, diciéndome que hice lo mejor que pude con las herramientas que tenía a la mano. Esta pandemia lleva arruinándonos la vida doce meses y es normal que en algún momento se baje la guardia, te entren ganas de vivir un poco o acabes mandando al niño a la escuela porque ya no lo aguantas. Me lavo las manos y me voy a dormir.

Domingo 7 de Febrero

Los niños —esos que en día de escuela hay que levantar con grúa— se despiertan a las siete de la mañana. Corro a impedir que despierten a su papá que pasó mala noche, tuvo insomnio. Yo creo que me extrañaba en la cama, porque dormí en el sofá. Una cosa es que haya tenido una epifanía de que me mantendré sana durante este episodio de Covid y otra muy diferente es querer que me respire virus en el cuello toda la noche.
Le mido el oxígeno hasta a la tortuga que tenemos de mascota y al parecer estamos bien. Javirus oscila entre 92 y 98, no sé si porque su dedo es pequeñito o porque se mueve mucho o por su asma o por el Covid. Los demás, entre 98 y 100 de oxigenación. Aparte de Miesposo que tiene un poco de fiebre y dolor de cabeza, los demás estamos sin síntoma alguno.
Ahora a esperar que nos llamen para el test. Seguiremos informando…

Compartir este post

1 Comentario

  1. Víctor R. Ayala

    Lamento que tengas que vivir este episodio en tu vida. Te recuerdo fuerte y se que superarás esta situación, te envío un fuerte ¡ABRAZ🤗! a sana distancia 😷 💖

    Responder

Trackbacks/Pingbacks

  1. Nuevos hábitos, malas costumbres | Aldonza Gonzalez Blog - […] para los que andaban con el pendiente por el último post, no se preocupen, estamos todos bien. El covid…

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Sígueme